Cenizas de Elebrando Avaca Descansan ahora en la Puna

Ayer por la mañana, llegaron a La Quiaca el salvavidas Rodrigo Fernando Avaca (25), hijo de Elebrando Avaca, el benefactor de la Puna fallecido el 2 de este mes en Buenos Aires, luego de ser sometido a una intervención quirúrgica, tras haber regresado de su último viaje a la Puna (el número 15) donde dejó a sus “changuitos” y familias de la zona, los numerosos obsequios que pacientemente fue recogiendo en Buenos Aires, entre sus amigos y otros empleados del Banco Hipotecario, institución en la que se había jubilado.
El intendente de La Quiaca, Daniel Suárez, había llamado telefónicamente a Buenos Aires a la familia Avaca para hacerle llegar sus condolencias en nombre de todos los pobladores de esa región.

El propósito de Rodrigo Fernando Avaca, fue cumplir con el deseo póstumo de su padre y por eso trajo las cenizas, ya que el pasado viernes, una parte de las mismas, llevadas por la esposa de Elebrando, Susana Mannucci, las hijas Vanina Lorena, Valeria Marina y el propio Rodrigo Fernando, quedaron en la ciudad de Embalse Río Tercero, Córdoba, donde había nacido el benefactor y también quería que fueran esparcidas por los cerros y los polvorientos caminos de la Puna que tanto amó.

De común acuerdo, el intendente Suárez y el hijo de Avaca, determinaron el lugar donde ayer, después de medio día, se esparcieron esas cenizas allí se reunieron muchos de los amigos de Avaca y beneficiarios, todos estos años, de la generosidad de este espíritu único, que tenía tan notable finalidad, al llegar a esta inhóspita región en apoyo de sus niños y las familias.

Y así, satisfecho su postrer deseo, Elebrando Avaca, ya nunca abandonará los vientos de la puna, ni dejará de caminar por las polvorientas rutas, buscando un hogar perdido entre los cerros, a un niño inválido, para dejarle su silla de ruedas y entregando medicamentos en hospitales y salas de primeros auxilios y el infaltable pan dulce navideño.

Incorporado al viento, seguirá resonando en el ronco gemir del erquencho y en el acompasado batir de la caja, acompañado del plañir de los sikuris.

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